Por: Luisa Fernanda Parrado M.
Es increíble. Si hicieran una comparación de la prensa argentina con la colombiana, pareciera que se hubieran jugado dos partidos totalmente diferentes. Su ídolo, Emiliano Martínez, que se lleva la banda de jugador del partido más por heroísmo que por merecimiento de los 90 minutos. El nuestro, sin duda, Luis Díaz; la condición técnica de la que hablan hoy en todo el mundo. Hasta en Argentina, que aun costándoles reconocer que Colombia fue superior futbolísticamente, admiten las individualidades que salvan al combinado tricolor.
Seamos ecuánimes: Colombia tuvo una cantidad de 388 pases totales contra 382 de Argentina, 3 paradas para cada uno de los equipos y 30 ataques peligrosos de los albiceleste con 29 de los cafeteros. Estadísticamente un duelo de titanes, de tú a tú, como en el cancha a cancha del barrio. Pero, si hacemos a un lado los términos pasionales, Argentina jugó los primeros minutos del gol y los últimos luego de la anotación colombiana y la entrada de Di María. Un primer tiempo muy pausado, sin pases seguidos y con un Messi que desestabilizaba por completo la marca de la defensa rival.
No es necesario hablar del ausente para apaciguar el presente. Ya todos sabemos que hizo falta James Rodríguez, que debe volver y más aún en los estilos de juego de Reinaldo Rueda. Al profe le gustan los partidos a partir del juego de un ‘10’, como lo hacía en Nacional con Macnelly. Quizás sea uno de los motivos por los que en algunos partidos –porque no fueron todos- se veían afectadas las bandas colombianas. El equipo se abría mucho para jugar y no encontraba ofender desde el medio campo. Sin embargo, más allá de todas las falencias técnicas y tácticas; y aún con un Rodríguez dentro de la cancha, es inconcebible que Dibu le gane de camiseta a la mayoría de jugadores que cobran. Si bien fueron unos penales fotográficos y habilidad del portero, la psicología fue protagonista en esta semifinal.
Ya es momento de que esta selección deje de ser proceso y se vuelva consolidación. Rumbo a Qatar podemos identificar un equipo que espera y hace partidos físicos, pero el pausar el ataque no puede trancar los pases de media distancia y la marca. Cardona nos habla en un lenguaje gambeteador, certero y preciso, aunque su físico no deja de prender las alarmas. De 6 partidos en la Copa, Colombia ganó 1, empató 3 y perdió 2; no es posible un cúmulo de empates de cara a unas eliminatorias donde solo sirve ganar.
Las líneas juntas del 4-4-2 que vimos en Rueda necesitan generación de juego con verdadera definición, no la ilusión de quienes son goleadores en sus clubes, pero en casa no se vieron. De la defensa existen todas las dudas, sobretodo porque los jugadores de selección tienen que ser de primer nivel y venir de un alto rendimiento competitivo; de juego aéreo no viven todos los centrales y como lo dijo Messi, de bailes tampoco.
Que alguien hable de la ya vieja consolidación de Cuadrado y Ospina, con la nueva de Barrios. La revelación de Muñoz y practicidad de Matheus. Es necesaria la continuidad de Borré y el regreso de los líderes. Luis Díaz nos devolvió el orgullo y el profe Rueda la esperanza de creer. Ellos tienen a Messi que pronto será pasado y nosotros prometemos futuro. Si en el fútbol nadie tiene la verdad, que Colombia destruya esa leyenda de perder por inferioridad.