La maldición de Colombia y la Copa América

La maldición de Colombia y la Copa América
mayo 10 19:48 2021

Por: Luisa Fernanda Parrado M.

Como si se tratara de un espejismo es la realidad social colombiana cada vez que el país busca ser reconocido a nivel mundial por medio de la organización de algún magno evento como en este caso lo es la Copa América.

Uno de los momentos más sangrientos de la historia de Colombia, fue el mismo año que por primera vez el país era anfitrión de un certamen futbolístico de alta categoría.

Como si se repitiera una leyenda, el presidente de turno, Andrés Pastrana, un político conservador y meses después de extrema derecha, insistió de todas las maneras posibles por la realización del campeonato; aún después de que las FARC asesinaran al excongresista Diego Turbay con su familia y que ya llegado el tan anhelado 2001, los paramilitares mataran a 27 personas a machete y cuchillo en Ovejas, Sucre. La anterior, llamada La Masacre de Chengue, tiene en común denominador las armas blancas, que justo ayer utilizaban en una fatal guerra campal en las calles de Cali.

Y como si fuera necesaria otra similitud más, ese mismo año bombazos en Medellín y Cali prendieron las alarmas de la prensa internacional y las pocas garantías de seguridad que podía asegurar el Gobierno colombiano de cara a la Copa América; razón por la cual la selección argentina decidió no viajar al país y los brasileños no enviaron a ninguna de sus figuras.

El fútbol es una pasión de multitudes, pero también es una fábrica de dinero que mueve millones de dólares y donde muchas veces el heroísmo de los futbolistas termina teniendo más peso que los problemas sociales de un país; y los políticos saben aprovecharse de esto. ¿o acaso consideran casualidad cuando en la toma del Palacio de Justicia (1985) se dio la orden directa de cancelar la transmisión del hecho y emitir el partido programado entre Millonarios y Unión Magdalena?

La Selección Colombia de Fútbol se consagró campeón el 29 de julio de 2001 con 18 puntos de 18 posibles, con un Víctor Hugo Aristizábal goleador del torneo y con alrededor de un secuestro por día mientras se jugaba el campeonato.

Yo nací gritando gol y mi pasión siempre será ver rodar el esférico, pero la misma organización de un partido once contra once, la debe tener una nación que necesita entender la vida como una lucha. Todo partido se juega como una final porque es una suma o mejor, una integración de esfuerzos de once jugadores. Hoy son millones de colombianos que se alinean en para luchar en contra de esos mismos asesinatos, masacres y desplazamientos que ocurrieron en 2001 y nunca han dejado de ocurrir en el país del realismo mágico.

La historia de las Copas América realizadas en el país siempre estará manchada de la sangre nacional que derraman sus habitantes simultáneamente. Si no hay seguridad para la población local, ¿cómo van a poder asegurarla a los visitantes? Dicen que no hay abastecimiento de víveres, no hay salud, no hay democracia, ¿entonces cómo si puede haber una Copa América?

Si bien el fútbol gracias a su popularidad permite ser ventana social para el resto del mundo, no debemos negarnos que es pasional y subjetivo, que predominan las emociones por encima de las acciones y que, en un territorio con la cabeza caliente y el corazón herido, va a provocar un despropósito en sentimientos desabastecidos.

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