Por: Luisa Fernanda Parrado M.
Son varias las conversaciones que he tenido respecto al papel del fútbol en la sociedad. De hecho, en este mismo medio hice saber lo preocupante que era para varios sectores económicos el no tener fútbol debido a la pandemia. En lo personal creería que ya están mandadas a recoger las afirmaciones de ser un “simple partido” o “22 hombres detrás de un balón”. Lo lamento por quienes no logran trascender sus pasiones en un juego, o más allá, en un equipo. Ser hincha te da un cupo emocional en un sector social donde terminarás abrazando al desconocido, sonriendo, no por los jugadores que nada tienen que ver contigo, sino gracias a lo que ellos representan en los colores de tu selección.
Hablo de selección, porque es la única capaz de juntar verdes con rojos, hombres con mujeres, adultos con niños. Juega el seleccionado nacional y no existe distinción de colores, todos somos una misma gama y nos encontramos en total sintonía. Pero, ¿cómo una sola persona logra sincronizar todo un país?El complejo de subdesarrollo en América Latina tiene todo que ver con la forma de gobernar desde la época de colonización. La poca transdisciplinariedad entre países, sus conexiones y diferentes caminos nos han llevado quizás a padecer el avance de nuestros países vecinos; y más aún, a envidiarlo. Brasil, aparte de ser el país más grande geográficamente; es tal vez el niño rico del salón, con privilegios y exaltaciones que todos los otros querían; pero no siempre ha sido así.
Todos los del sur, o sea nosotros, Latinoamérica, hemos sufrido complejo de inferioridad con los del viejo continente. Esos europeos, siempre evidenciando que van años luz más adelante, que todo lo tienen y lo que no se lo inventan, viven lo que otros conoceremos en años y gozan de aquello que quizás acá ni llegue.
Tal vez los ingleses hayan anotado más goles que nosotros. Pero nunca alguno cómo los de nosotros; o sea, como nuestros jugadores.
El final de los años 50′ e inicios de los 60′ fue uno de los periodos más importantes de Brasil, el país que vio nacer al rey del fútbol, el mejor jugador de toda la historia, el primero en intentar goles desde mitad de cancha, al que los ingleses seguían e imitaban: el gran Pelé.
Pelé, surgió en el mismo momento que Brasil surgía como país moderno, exportador, industrial, científico y de crecimiento económico. Y él no era un espectador de esto, era el protagonista.
Los brasileños empezaron a ser conocidos en el mundo cada vez que el rey anotaba un gol. Su extraordinaria forma de jugar llamaba la atención de todos los continentes y hacía foco en el país latino de habla portuguesa. Su razonamiento en el juego no tenía comparación, no era él en el fútbol, sino el fútbol en él y con ellos los brasileños después del fútbol.
“No era futbolista, era una institución Nacional”, dice uno de los entrevistados de su documental en Netflix. La marca Pelé lo vendía todo, desde accesorios automovilísticos, hasta implementos de aseo y belleza. Su color de piel internacionalizó la raza, su forma de jugar modernizó el fútbol y su existencia cambió Brasil.Todos necesitamos algo en qué creer y los brasileños creían en Pelé. Hizo más por Brasil con el fútbol y a su manera, que los políticos que les pagan por hacerlo. Los llevó a otro nivel, a estar a la altura de los países del norte, Brasil ya no era un país del futuro, era el del presente.
Las personas explicaban que eran de Brasil mencionando su nombre; era un orgullo ser brasileño, la moda estaba en este lado del mundo.
Entendí después de ver la serie, el cambió de chip mental que esta mítica persona creó en la población. Creérselas ellos mismos los llevo a ser el seleccionado con más copas del mundo y el país potencia de esta región. Fueron Pelé y el fútbol los que llevaron a un renacimiento en tierra brasileña; mataron su complejo de inferioridad ante el mundo y crecieron exponencialmente los años siguientes, aún padeciendo una de sus peores dictaduras.
“Cuando se trata de fútbol el corazón manda sobre la cabeza, te olvidas de tus principios cuando el balón está rodando”. Y olvidándose de que eran del sur, se sentaron en la misma mesa que los del norte.
No sé si todos necesitemos un Pelé en la vida para cambiar de modus operandi, o un goleador terrenal para acrecentar a pasos agigantados nuestro propio territorio. Pero de algo no me cabe duda, sí se es profeta en su propia tierra y quien lo haya sido como Pelé que lance la primera piedra