Por: Luisa Fernanda Parrado M.
“Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil”. Fueron las primeras palabras que leí hoy, cuando entré a instagram al inicio del día. Posterior a esto, me llegó de forma inmediata el recuerdo de todas las veces que me han dicho de manera casi jactanciosa “la vida de los futbolistas es muy fácil”.
El mundo del fútbol, de luto y conmocionado por la situación de Santiago ‘Morro’ García, ha hablado en los últimos días de psicología deportiva más de lo común.. Pero, ¿por qué siempre tarde?.
Hablar de emociones cuando se está en primera división, es casi igual a debutar en el último minuto donde ya se va ganando 5-0. Trabajar la mente del atleta desde las inferiores, debería estar en el planeador anual de todos los clubes. Así como la preparatoria, porque si el fútbol es formador de personas, convierte los cuerpos técnicos en educadores; pero no todos los entrenadores están preparados para ser docentes.
Se cuestionaba en los principales diarios deportivos la situación interna y emocional del jugador de fútbol. Dado a que socialmente no consideramos normal que un atleta con tan solo 30 años, admirado y querido por la hinchada, destacada actuación en el terreno de juego y estable salario económico; estuviera en tratamiento psiquiátrico y haya decidido quitarse la vida; que ante los ojos de muchos podría ser “la vida soñada”. Pero son ajenos a que precisamente desde ahí -el cuestionar- parte el problema al que se enfrentan estos seres humanos y sus profesiones.
Partamos de esto último: seres humanos. Personas al igual que usted, querido lector; sienten, lloran, se regocijan de felicidad, luchan con sus propios miedos, etc. Toda esa montaña rusa de emociones que a diario nos trae este difícil camino, pero placentero de explorar, llamado vida. Entonces somos nosotros, los periodistas y la opinión pública, quienes desconocemos que cuando se maneja información, nunca se sabe aquello detrás de ese deportista; pues solo el que vive adentro sabe dónde cae la gotera.
La psicóloga argentina especializada en deporte María Luciana Vainstoc, invita a reflexionar si en realidad el fútbol está formando valores. Resalta que quienes no laboran la mente del deportista están dando ventaja, porque lo emocional realmente hace que un equipo llegue o no a dónde tiene estar. El exceso o la falta de motivación influyen mucho a la hora de salir a una cancha, y es ahí donde inicia la fortaleza mental del Messi y Cristiano Ronaldo que ganan campeonatos y celebra en familia, o el Ronaldinho de excesos en fiesta y mujeres.
Quisiera poder explicar cómo funciona la mente de un deportista de alto rendimiento, pero no es mi área competente. Ahora bien, estudiando contextos y viviéndolo de forma personal, he visto cómo los clubes ya no solo buscan el que juega destacada y diferencialmente bien. Rastrean profesionales que sepan hablar, dialogar en conferencias de prensa y ser portadores del mensaje en eventos sociales; a la final son ellos quienes terminan siendo referentes sociales. No existe razón que justifique la no compatibilidad de la escolaridad con el fútbol, los valores con la pelota, la cancha con la vida.
El círculo de influencia del jugador define cómo se comporta el chico de inferiores sin debutar y con aires de grandeza, o el profeta que le huye a los medios y los focos de luces. No son seres aislados; intervienen las primeras palabras que escucha el jugador al llegar de entreno y ver a su mujer, como la motivación del capitán en los 15 minutos del entre tiempo. Está la presión externa, hinchada, mujeres, redes sociales, amigos malos y buenos; pero aún más, esta una mente que maquina y lucha a diario contra todo lo anterior. La alta competencia no es para todo el mundo.
He tenido que quitarle por días el teléfono a amigos que la hinchada insulta sin remedio alguno, utilizando situaciones más allá que las deportivas; no sé cómo esperan que rinda un jugador después se leer mil mensajes donde insultan a su madre. Anticipemos la jugada y pensemos en psicoeducación y psicoprevención; nadie está exento del umbral de frustración y el miedo al fracaso.